La industria cafetera también
quiere poder anunciar los beneficios de su producto. Más allá de cuestiones
como el sabor y el aroma, ha conseguido que la Agencia Europea de los Alimentos
(EFSA por sus siglas en inglés) avale tres alegaciones nutricionales: que ayuda
a mejorar el rendimiento cognitivo, el físico y el nivel de alerta.
Claro que, para conseguir esas
propiedades, no basta cualquier cantidad. En el consumo de este producto, hay
tres niveles: baja (menos de 200 miligramos de cafeína al día), moderada (entre
220 y 400) y excesiva (por encima de los 400), ha indicado Ana Adán, profesora
del profesora del Instituto de Investigación en Cerebro, Cognición y Conducta
de la Universidad de Barcelona. Como nadie pesa la cafeína (para empezar,
porque está disuelta en la infusión), el equivalente vendría a ser
aproximadamente de 100 miligramos por taza.
Adán ha estado en Madrid invitada
por el sector cafetero para explicar sus trabajos sobre la relación entre
cafeína y rendimiento cognitivo. Y sus conclusiones son claras: dos tazas de
café (200 miligramos de cafeína, aproximadamente), mejoran la capacidad de
reacción y la atención. “El efecto es dosis dependiente”, dice la
investigadora. Esto quiere decir que, en teoría, a más café, mejores
resultados.
Claro que el consumo de este
producto tiene un límite. En su empleo farmacológico (en pastillas), este se
cifra en 1.200 miligramos (unas 12 tazas). Pero las personas normales y sanas
no tienen por qué llegar tan lejos. En los trabajos de Adán se comparaban los
resultados con dos tazas.
Pasarse con el café no es bueno.
El mayor riesgo es el de una sobredosis, que produce insomnio –“sobre todo en
personas de riesgo”, dice Adán-, ansiedad y taquicardias. Y luego están las
personas para las que no está recomendado, que incluyen una amplia lista: las
embarazadas no deben tomar más de 600 miligramos de cafeína al día, y las
personas con graves dolencias cardiovasculares, gastrointestinales, epilepsia,
insomnio, insuficiencia hepática y ansiedad, lo mejor es que no lo tomen.
Ahora, la investigadora está
estudiando su efecto sobre la memoria (muy útil para estudiantes), o sobre la
sensación –subjetiva- de somnolencia. Los ensayos demuestran que a los 30
minutos, más o menos, empieza a haber una mejoría. Esto es coherente con el
tiempo que se supone que tarda la cafeína en llegar al cerebro, donde actúa
saturando unos neurorreceptores que están relacionados la alerta, la capacidad
de aprender, la somnolencia y el estado de ánimo. Luego su efecto, que depende
de la dosis y la persona, puede durar entre tres y seis horas. Curiosamente, en
las pruebas subjetivas 8donde lo que se mide es lo que responden los
voluntarios), los hombres parecen más sensibles a los efectos del café que las
mujeres, aunque no hay una explicación.
Uno de los temas que más
preocupan a los productores es la idea de que el café puede ser adictivo. De
momento, no hay evidencia al respeto, y el manual de la Asociación Americana de
Psiquiatría, que es la referencia mundial, no lo considera como tal. Pero Adán
admite que hay aspectos (que produce una ligerísima habituación o algo parecido
al síndrome de abstinencia en los grandes consumidores) que recuerdan a lo que
sucede con otras sustancias. Quizá la causa estriba en que está relacionado con
el circuito dopaminérgico, con un efecto similar –aunque inmensamente inferior-
al de la cocaína. Pero, de momento, este aspecto está sin demostrar.
Autor: Emilio de Benito
FUENTE | El País Digital 23/02/2012