¿ DÓNDE JUGAMOS ?

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XXXV CROSS DE LEGANÉS

PARQUE POLVORANCA DE LEGANÉS

DOMINGO 19 DE ENERO DE 2020 - 13:00 HORAS


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viernes, 28 de febrero de 2014

INSTALACIONES OLÍMPICAS ABANDONADAS

Millones y millones de gastos en instalaciones, que luego no se siguen utilizando para el deporte.

 ( Pinchar en la imagen para ver las fotos del abandono de instalaciones olímpicas )

http://www.distractify2.com/culture/sports/haunting-images-of-abandoned-olympic-venues/

viernes, 1 de noviembre de 2013

RETIRADA DE CHEMA MARTÍNEZ



Acumula los kilómetros de toda su carrera en varias cajas, a modo de diario, sensaciones y recuerdos de toda una vida dedicada al atletismo.
Es su despedida oficial de la élite, de los 42,195 kilómetros con los que ha convivido en la última etapa de su carrera deportiva.

Con 42 años, Chema Martínez dice adiós al atletismo de alto nivel -a excepción de la próxima San Silvestre Vallecana Internacional- y lo hará este domingo en el mítico maratón de Nueva York.
Será la tercera vez que el madrileño corra en la Gran Manzana, pero nunca antes había partido con los mejores. “He vivido el ambiente desde dentro por una causa solidaria, la de Proniño. De hecho, mi mejor tiempo es 3.38:00, lejos de mis marcas. El año pasado, además, no pudimos correr debido a la suspensión del maratón por las consecuencias del huracán Sandy, así que este año será aún más especial”, explica Chema Martínez.

Con la ilusión del debutante, nadie diría que las piernas del madrileño acumulan casi 150.000 kilómetros de entrenamientos y competiciones. Más sueños y alegrías que decepciones en una larga carrera que comenzó en 1996 con su debut con la selección española. “Desde entonces vivo casi en una concentración permanente”, analiza Chema. “Han sido muchos años dedicados al deporte de forma ininterrumpida, los 10 últimos sin vacaciones. Muchas experiencias y buenos momentos de los que sigo disfrutando, soy feliz”.

Porque para el madrileño, medallista continental al aire libre en tres ocasiones (oro en Múnich 2002, plata en Goteborg 2006 y Barcelona 2010), correr es una filosofía de vida. Por eso, este adiós es sólo un punto y aparte para esas decenas de pares de zapatillas que guarda en su casa. “No dejaré de correr hasta que me muera”, asevera. “Sigo con ganas de hacer cosas, pero por edad no puedo pelear con los mejores. Es ley de vida y asumo mi rol. Ahora seré un runner más”.

Precisamente ese carisma es el que ha acercado a Chema Martínez a la calle. Este año, por ejemplo, colabora con la organización del Maratón de Madrid, a los que ha asesorado para la modificación del recorrido, que ha permitido suavizar un circuito que recibía muchas críticas por su dureza en los últimos kilómetros. “El maratón es una distancia con la que mantienes una relación de amor-odio constante”, explica Chema. “El enfado que tienes con los 42,195 kilómetros es que te entrenas para hacerlo bien, pero no tienes la seguridad de que vaya a salir”.

Por eso, y pese a su polivalencia en el mediofondo y fondo, el madrileño se considera un atleta de 10.000. “Es la distancia que me ha dado todo, donde me he sentido más cómodo. No soy un hombre de marcas, pero creo que los 27:30.56 que hice en 2003 podía haberlos mejorado. He dominado muchas distancias, quizá soy un todoterreno del fondo, pero ya no voy a mejorar más”, bromea.


Después de 19 años en la élite, Chema obvia los malos recuerdos, muchas instantes negativos de una carrera de obstáculos. “El último que viví fue en Londres, donde no estuve por lesión. Siempre te acuerdas del más reciente, pero en el fondo sólo permanecen los buenos momentos”. Y espera que Nueva York sea uno de ellos, el más especial, el de su adiós. Para ello lleva entrenándose los últimos años, con mejores tiradas que temporadas anteriores.

La subida al cerro Garabitas, en la Casa de Campo de Madrid, ha sido uno de sus escenarios de entrenamiento más habituales en las últimas semanas. “El circuito de Nueva York es complicado, pero lo conozco muy bien y me he entrenado para ello. Yo no podré estar delante peleando por el triunfo, pero me encuentro bien e iré a por todas”, asegura el atleta, que no cree que el récord de la distancia baje de dos horas. “Nadie está capacitado para hacerlo a corto plazo, aunque los africanos le han perdido el respeto. De ahí las grandes marcas que están realizando”.

Diecinueve años después de su debut, Chema no cambiaría nada de su carrera deportiva. “De todo se aprende. Y he logrado triunfar en alguna ocasión”, sonríe. Ahora afronta otro reto, el de la despedida en la Meca del maratón, en Nueva York. Después, le seguirán esperando los kilómetros de asfalto... y algún que otro nuevo reto.
(MARCA)

martes, 1 de octubre de 2013

NUEVO RECORD DE MARATÓN



Increible, pero en una prueba tan dura como la Maratón, se siguen bajando los records, de por sí estratosféricos:

El keniano Wilson Kipsang rompió este domingo el récord mundial de maratón en Berlín al correr la distancia en 2h:03:23. Con ello, Kipsang mejoró la plusmarca de su compatriota Patrick Makau, 2h:03:38, lograda también en Berlín.Kipsang fue seguido en la meta por sus compatriotas Eliud Kipsoge y Geoffrey Kipsang.

La carrera anunció desde el principio la posibilidad de que se batiera el récord del mundo, objetivo que Kipsang ya había tenido cerca hace dos años en Fráncfort cuando se quedó cuatro segundos por encima.
Ya la primera mitad se dio a ritmo de plusmarca del mundo. En el grupo de punta iban Wilson Kipsang, Viktor Kipchichir, Eliud Kipchoge y Geofrey Kipsang, todos kenianos. Todos los tiempos parciales a partir del kilómetro 5 eran mejores que los parciales del último récord del mundo.

El problema para la búsqueda del récord, objetivo que se había planteado Wilson Kipsong, era que el grupo era numeroso y existía el peligro de que empezaran a plantearse consideraciones tácticas de cara a la victoria.

En ese contexto, el que tratara de imponer el ritmo ante los otros podía terminar pagando la factura mientras que los otros podían sacar partido de ello en el remate.

El excelente trabajo de las liebres mantuvo el ritmo alto, Wilson Kipsong no intentó el primer ataque sino hasta alrededor del kilómetro 30, cuando la última liebre acababa de dejar el trayecto.
Sólo Geofrey Kipsang y Kipchoge lograron mantenerle el ritmo a Wilson Kipsang. En ese momento, ya con sólo tres hombres en punta, parecieron empezar las consideraciones tácticas.
El ritmo seguía siendo alto pero la posibilidad de romper el récord del mundo empezó a parecer más lejano.

El segundo ataque de Wilson Kipsang, hacia el kilómetro 35, sólo pudo ser resistido por Kipchoge. Kipsang entonces volvió a apretar y en el tercer ataque también Kipchoge se quedó atrás.
Kipsang, además, recuperó el ritmo de récord del mundo y se marcó a buscarlo en solitario en los últimos kilómetros. Los últimos dos kilómetros fueron claves y en ellos Kipsang dejó de tener el viento en contra que lo había acompañado en los kilómetros anteriores lo que le favoreció claramente.

(MARCA)

martes, 9 de abril de 2013

LAS MUJERES Y EL ATLETISMO

             foton
                 Mayte y Merche Montes en su casa de Lavapiés (Madrid).

Una tarde de otoño de 1964, Mayte Montes viaja tranquila en el metro cuando se ve rodeada de mujeres y hombres, personas desconocidas, que la saludan. “Tú eres esa que sale en el NO-DO, ¿no? Esa que hace atletismo…”, le dicen a la joven, que tiene apenas 18 años, que regresa a su casa, en Embajadores, sudorosa y sucia de una sesión de entrenamiento en la pista antigua de la Ciudad Universitaria, y descubre que no solo es un bicho raro, ¡una chica que hace atletismo!, sino también una celebridad gracias a la pantalla que semanalmente emite un resumen de la actividad atlética.

“La verdad es que éramos muy pocas las que en España hacíamos atletismo entonces”, recuerda Mayte Montes, especialista en vallas altas, que empieza el recuento por su hermana gemela, Merche, presente en la conversación (“yo pasé más tarde de la natación al atletismo”, explica esta), y sigue con Carmen Paredes, Julia Torres, Bettina, La Alemana, Merche Morales, Pilar Pardo, la jabalinista, María Luisa Consegal, de Cataluña, hermana de Miguel el pertiguista… “Fuimos las pioneras”. Pioneras de verdad, y no exageran las hermanas, que viven en lo que antes se llamaba el Madrid castizo y ahora es el más mestizo, Lavapiés, jubiladas después de trabajar toda su vida en el gimnasio Atenas dando clases de natación.

Casi sin saberlo, las gemelas, y un puñado de jóvenes más, rompieron un tabú, el que, dictado por los mandos de la Falange y la Sección Femenina, determinaba que las mujeres no podían practicar deportes que atentaban contra su naturaleza. “A nosotras no nos llamaba la atención en absoluto el que no hubiera campeonatos femeninos. Pensábamos que si era así era lo lógico”, dicen. “No éramos conscientes de lo que significábamos”.

En agosto se cumplirán exactamente 50 años de los primeros Campeonatos de España de atletismo en los que se permitió la participación de mujeres después de la Guerra Civil. Se celebraron en el estadio de Montjuïc. Era la quinta edición, 28 años después de la cuarta, la de 1935. En ellos, Mayte Montes terminó segunda en los 80 metros vallas (“pero gané en el 65, ¿eh?”, dice. “Tenía muy buena técnica pero era lenta. Habría sido mejor fondista, y hasta participé en un cross ayudada por Arizmendi y Mariano Haro…”). “Nosotras éramos nadadoras, del Canoe, y nos entrenábamos en la Blume, que se llamaba Moscardó, y allí estaban los atletas masculinos”, recuerdan las gemelas. “Y un día vino Lombao, Bernardino Lombao, que quería hacer un equipo femenino de atletismo, y nos reclutó para el CAU”.


En aquella España el atletismo estaba prohibido para las mujeres. “Los gerifaltes contaban la historia todos de María Torremadé, la mejor atleta de la posguerra, una catalana que batía todos los récords y que a los pocos años se hizo una operación de cambio de sexo y se convirtió en Jorge, y todos concluyeron entonces que es que el atletismo hacía marimachos de las mujeres, y lo prohibieron”, dice Lombao, el impulsor del atletismo femenino, recordando un caso de hermafroditismo de los años 40 similar al de la sudafricana Caster Semenya.

Con eso de que las atletas eran marimachos no estaban evidentemente de acuerdo los aficionados que llenaron las gradas del estadio Vallehermoso de Madrid en 1962 para ver, en aquellos años de todas las hambres, de todos los sueños, los Juegos Iberoamericanos. “Había atletas femeninas de todos los países, de Cuba, de Brasil, de Argentina, de Chile… menos de España”, recuerda el mediofondista Jorge González Amo, una de las figuras de entonces. “No nos perdíamos sesión. Para nosotros era la única oportunidad de ver piernas de chicas en pantaloncitos cortos”.

Aquellos Iberoamericanos sin españolas fueron el detonante del cambio, recuerda Lombao, quien ya para entonces, bendito él entre las mujeres, se había sacado en Formia, el centro de atletismo italiano, el título de entrenador femenino en una convocatoria a la que solo estaban invitadas mujeres y en la que se coló al regreso de los Juegos del Mediterráneo del 59. “José María Cagigal, el fundador del INEF, yo y otros tantos pensábamos que había que arreglar ese problema en España”, dice. “Y pusimos en marcha nuestro plan. Hablamos con Pilar Primo de Rivera, la jefa de la Sección Femenina y organizamos cursos en la Almudena”. Les dieron el visto bueno, pero no para todas las pruebas, pues el gran miedo, la gran teoría de entonces fascista, era que había ejercicios que ponían en peligro la maternidad, el destino sagrado de las mujeres, y las prohibieron, porque, así decían, eran peligrosas para la pelvis.


Sagrario Aguado cuando era la mejor saltadora de altura de España.

Cuenta Lombao, que entonces andaba por los 25 años, que acudieron a las facultades y convocaron a todas las alumnas de Selectivo (el primer curso universitario) a unas pruebas en el Palacio de los Deportes. Las engañaron diciendo que era obligatorio para entrar en los campamentos universitarios, y lograron seleccionar a 65 chicas, con las que empezaron a organizar campeonatos bajo la égida del SEU, el sindicato falangista que controlaba las actividades universitarias.

“En España los únicos deportes que existían entonces eran el fútbol, el boxeo y el ciclismo. No había más. La Universidad era el único ámbito en el que había dinero para el atletismo, y en los colegios, en los Juegos Escolares, para los deportes de equipo, el balonmano, el baloncesto, el balonvolea. Solo en los centros extranjeros, como el Liceo Francés o el Colegio Alemán, o en otros como el SEK, hacían atletismo y deporte las chicas”, dice Lombao, quien hacía de todo entonces, y no solo entrenar y enamorar a sus jóvenes pupilas —se casó con Pilar Pardo, Maripi, lanzadora de jabalina—, también hasta se encargó de ir a una tienda de deportes de Cea Bermúdez para diseñar los pantalones de competición.


“Hasta entonces se hacía deporte con falda-pantalón y pololos, y cosas de esas”, dice. “Y se trataba de buscar pantalones que en vez de a la moral respondieran a las necesidades de rendimiento, con los que compitieran cómodas”. Por entonces, las instalaciones deportivas tampoco estaban pensadas para mujeres. “Recuerdo que solo había vestuarios para chicos, y a nosotras nos metían en cuartos que habilitaban como fuera”, dicen. “Y muchas veces nos teníamos que llevar cortinas de plástico de casa para poder tener algo de intimidad y tapar las ventanas, pues nos decían que siempre había chicos espiando”.

“Nosotras hacíamos deporte en Bilbao porque nuestro padre, que solo tenía hijas, era un forofo de la práctica deportiva”, recuerdan las gemelas Montes. “Aprendimos a nadar solas de chiquitajas y sin dirección técnica ni nada nos lanzamos a participar en las travesías al aire libre. Y un día que quedé tercera, el Correo me ensalzó muchísimo, y fui después a apuntarme a un club, y allí empecé”, dice Merche Montes.

 
Sagrario Aguado, en la pista del INEF de Madrid.

Ninguna de las dos hermanas llegó a participar en unos Juegos Olímpicos, ni, de hecho, ninguna mujer hasta que en 1976, en Montreal, Carmen Valero rompió la norma. Ambas gemelas se retiraron a los 21 años, antes de los Juegos de México. “No se podía ser profesional del atletismo como ahora. Estuvimos en el CAU y luego en el Atlético de Madrid, donde daban una beca que entonces suponía dinero”, dice Mayte. “Mi marido, además, era jugador de balonmano del Atlético, José Manuel Cabo, y alentaba que siguiera con el deporte, pero entramos de entrenadoras en el Atenas y entonces se decía que el agua y el atletismo eran incompatibles, y lo dejamos”.

Cuando ellas lo dejaron, la figura del atletismo femenino español, la gran imagen de los tiempos, se llamaba Sagrario Aguado, y saltaba altura, entrenada, claro, por Lombao. “Empecé de purita casualidad. Una de mis hermanas iba a ayudar al antiguo SEU y un día les dijo que a mí me gustaba mucho el deporte y le dijeron: ‘pues que venga y le hacemos una prueba’. Me fui a la antigua Almudena y estaba Lombao con un grupo de universitarias. Estaban las Montes, Pilar Pardo, Mari Carmen Paredes, María Jesús Sanz… Yo tenía 16 años”, dice Aguado, que llegó a saltar 1,73m (dos centímetros más que su altura) y jugó también bien al baloncesto.


“Nos entrenábamos solo chicas, pero como estábamos en un club, primero en el CAU y luego en el Atlético de Madrid, nos mezclábamos con los chicos y nos lo pasábamos fenomenal. Viajábamos y ahí el que más tenía era un 600 y volvíamos en autoestop”, recuerda. Como las gemelas Montes, Sagrario se entrenaba dos horas al día, cuatro días a la semana, y como ellas soportaba estoicamente los plantones de Lombao. “A mí no me han hecho un reconocimiento médico en la vida. Las condiciones ahora son maravillosas, pero entonces no era así. Yo he saltado sobre sacos de tierra”.

Pese a que entonces la norma era en España que la mujer dejaba de trabajar cuando se casaba, aquello de que su sitio estaba en la cocina, Sagrario Aguado se casó y siguió siendo atleta. “Batí mi último récord de España ya casada. Luego me quedé embarazada. Después del primer niño [Nacho, también atleta] volví y luego me rompí el menisco. Fui al campeonato de España y ahí ya estaba Isabel Mozún, que era buenísima porque ella doblaba. Yo botaba mucho, pero técnicamente… Y ahí ya pensé: ‘se ha acabado mi historia’. Lo dejé poco a poco y no me dio ninguna pena”.

Los deportistas de la época, y lo reconocen se hable con quien se hable, eran unos privilegiados: podían salir de España y conocer la libertad, la democracia, en otros países. También la saltadora Aguado. “El atletismo era donde me lo pasaba bien y en ese momento daba muchas oportunidades. Tenías la posibilidad de viajar algo, estar con chicos… Tenías algo de libertad, aunque siempre viajaban las comisarias políticas de la Sección Femenina... Si estaba fuera compitiendo nadie pensaba nada, pero luego volvías aquí y tenías que estar en casa a las diez de la noche y estaba supercontrolada. En España, entonces, una mujer con chándal y de atletismo era una marimacho”.

En los Juegos de México sucedieron todas las maravillas, hasta un saltador de altura que se atrevió a entrarle al listón de espaldas. Se llamaba Dick Fosbury y ganó. Su buena nueva corrió como la pólvora, y llegó también a España. “Yo saltaba a rodillo como todo el mundo. Después de México 68, como yo me entrenaba con Lombao y era un loco de la vida empezamos a probar el Fosbury en la piscina universitaria porque no había fosos. Poníamos una toalla y yo caía a la piscina. El primer foso lo importó él de Italia. Fui la primera en España. Saltaba como Dios me dio a entender. Ahora veo a Beitia y se me cae la baba”, dice. “Pero pese a todos mis esfuerzos, no llegué a ser olímpica. Me perdí los Juegos de Múnich por un centímetro”. Ese mismo año, en otro torneo, vio a la búlgara Blagoeva batir el récord del mundo en 1972 y ella acabó en el podio: “Ella saltó 1,94m y yo me quedé en 1,65m”, se ríe.

Los Juegos son la espinita de una mujer que compitió por medio mundo, en la Universiada, Copa Latina, Juegos Mediterráneos, encuentros en Dinamarca, Bélgica, países nórdicos..., y que compaginaba los entrenamientos con la Universidad y con un trabajo en una financiera. Ella, como las hermanas Montes y tantas otras, se atrevieron hace 50 años a romper el tabú de que las mujeres no podían ser atletas.
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Fuente: El País

jueves, 21 de marzo de 2013

PIETRO MENNEA, UN PLUSMARQUISTA HISTÓRICO



Descanse en paz, el genial atleta italiano.

El exvelocista italiano Pietro Mennea, plusmarquista mundial de 200 metros durante 17 años y ganador de tres medallas olímpicas, ha fallecido a los 61 años víctima de una enfermedad incurable, según ha informado este jueves la prensa italiana.

Nacido en 1952 en la localidad de Barletta, Mennea inscribió su nombre en la historia del atletismo en la Universiada de México en 1979, cuando sorprendió al mundo rebajando el récord mundial de 200 metros hasta 19,72. La plusmarca se mantuvo inalcanzable hasta 1996, cuando el estadounidense Michael Johnson finalmente la derrumbó en los 'Trials' estadounidenses.

Con estas credenciales, Mennea se presentó en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, donde se colgó el oro en 200 y el bronce en 4x400 relevos. Ocho años antes, en Munich 1972, ya se había adjudicado la medalla de bronce en el doble hectómetro. Considerado un héroe nacional en su país, el Comité Olímpico Italiano (CONI) ya ha anunciado que será honrado con un funeral a la altura de la huella que ha dejado.

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FUENTE: TVE

viernes, 11 de enero de 2013

RETIRADA DEL MARCHADOR PAQUILLO FERNÁNDEZ



El marchador granadino Francisco Paquillo Fernández, de 34 años, ha anunciado mediante un comunicado su retirada definitiva del atletismo alegando que no tiene "la motivación para seguir luchando y peleando con los mejores". "Después de mucho tiempo pensando si debía seguir compitiendo y quizás seguir unos años más en activo, para intentar llegar a mis cuartos Juegos Olímpicos, he decidido retirarme oficialmente del deporte profesional. Me retiro porque ahora mismo no tengo la motivación para seguir luchando y peleando con los mejores", afirma.

Paquillo, dos veces campeón de Europa de 20 kilómetros marcha, tres veces subcampeón mundial y una subcampeón olímpico, asegura que se va "habiéndolo dado todo en el deporte de alto nivel y con mucho orgullo" de su trayectoria deportiva. "He conseguido muchas medallas", señala, "quizás se me resistió un oro olímpico y un oro mundial, pero trabajé mucho, muchísimo, y hubo, en esos momentos, otros mejores que me privaron de ese oro".

Implicado en 2009 en la Operación Grial, cuando la Guardia Civil encontró productos dopantes en su casa, Paquillo fue suspendido por dos años. La sanción fue reducida a uno por colaboración con la investigación, pero la IAAF, disconforme con la reducción, apeló al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), que la anuló. "Quiero dejar bien claro", subraya Paquillo, "que mis medallas han sido siempre fruto de la constancia, el trabajo e intentar ser un gran profesional".

En su despedida tiene palabras de agradecimiento para su familia, amigos y entrenadores. "En especial", precisa, "al que siempre tendré en el recuerdo: mi querido Manuel Alcalde, y también cómo no, al que fue mi último entrenador José Manuel Rodríguez, por Rodri todo lo que me han apoyado. Sin ellos no hubiese conseguido muchos de los éxitos y medallas que tengo".
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El País

lunes, 10 de diciembre de 2012

AUSTRALIA PIDE PERDÓN A PETER NORMAN...40 AÑOS DESPUÉS

Aunque han pasado ya casi cuatro meses de esta noticia creemos relevante publicarla en nuestro Blog



La nación oceánica se disculpó con la familia del velocista fallecido por haberle negado la posibilidad de participar en Munich 72 tras protestar en contra de la segregación racial


Australia se disculpó ante la familia del atleta fallecido Peter Norman por prohibirle competir en los Juegos de Munich 1972 tras apoyar a los deportistas de Estados Unidos que protestaron contra la segregación de los negros al subir al podium en México, en 1968.


Norman, medalla de Plata en México, se mantuvo firme y sostuvo una placa en favor de los derechos humanos mientras los medallistas estadounidenses, Tommie Smith y Juan Carlos, levantaban el puño cerrado luciendo un guante negro en señal de protesta por los abusos de los derechos civiles de la población negra en su país.

El acto de Norman en favor del llamado movimiento "Black Power" enfureció a las autoridades australianas de entonces, que vetaron su participación en la siguiente cita olímpica que se celebraría en Alemania a pesar de superar los tiempos de calificación.

"Así terminó su carrera deportiva (...) No creo que Australia hiciera lo correcto con él. No se le ha dado el reconocimiento a alguien que ha hecho tanto por la igualdad racial", comentó el parlamentario laborista Andrew Leigh que llevó la causa a la cámara australiana, con el apoyo de la familia de Norman, según informó el canal australiano de televisión ABC.

Además de la disculpa póstuma por impedir que formara parte de el equipo que fue a los Juegos Olímpicos de Munich, el Parlamento reconoció los logros deportivos extraordinarios y la valentía de Norman ante su madre Thelma, de 91 años, y su hermana Ambler que viajaron a Camberra para la ocasión.

El velocista australiano logró un tiempo de 20.06 segundos en la Final de los 200 metros lisos en el Estadio Olímpico de Ciudad de México el 16 de octubre de 1968, un registro que continúa siendo el récord de Australia en esta distancia y que habría sido medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Sydney celebrados en 2000.

"Cuando estaban de camino hacia el podio los dos atletas afroamericanos le contaron sus planes de celebrar la victoria con un saludo al 'Black Power', Norman les dijo 'estoy con ustedes'", explicó Leigh al citado canal de televisión.

Tras la ceremonia, Norman explicó a los medios su acción : "Yo creo que todos los hombre nacen iguales y deben ser tratados de la misma manera".

Mientras los atletas del país norteamericano realizaban la señal de protesta, compañeros de raza blanca de su mismo equipo lanzaban insultos racistas contra ellos.

"El saber que Peter Norman, un blanco australiano, estaba allí haciendo lo correcto debería hacernos sentir orgullosos", afirmó el político australiano en declaraciones a la prensa.

"Tras este acto, nunca se le han reconocido sus éxitos. Además se enfrentó a una gran cantidad de críticas de la élite conservadora que le acusaron de mezclar deporte y política", apuntó Leigh.

Norman fue ignorado por las autoridades olímpicas australianas de los Juegos de Sydney, aunque al final pudo formar parte del evento celebrado en su país después de ser invitado por la delegación estadounidense cuando se enteraron de que Australia no le iba a otorgar ese reconocimiento.

Tras la célebre protesta durante la ejecución del himno estadounidense, Smith y Carlos fueron expulsados de la Villa Olímpica, condenados al ostracismo en los años posteriores y tanto ellos como sus familiares recibieron amenazas de muerte.

Sus dos compañeros en el podio de México, acudieron al funeral de Norman, hace casi seis años, y durante éste elogiaron su gesto y el apoyo a la causa afroamericana y portaron su féretro hasta el nicho.

"Lo que nosotros defendimos fue más grande que cualquier evento deportivo", dijo Smith durante el funeral de Norman celebrado en la intendencia de la localidad de Williamstown, en el estado de Victoria, recuerda la prensa australiana.

"Peter fue un soldado solitario en Australia. Muchas personas en este país no entendieron por qué aquel joven blanco apoyó a aquellos negros. Peter fue un australiano muy orgulloso de serlo, y muy orgulloso de representar a su nación", continuó Smith.

La Federación de Atletismo de Estados Unidos proclamó el 9 de octubre del 2006 como el "Día de Peter Norman" en reconocimiento a su postura en 1968.

"Deseo que más niños conozcan esta historia. Es una historia apasionante porque es la historia de cómo un solo hombre puede marcar las diferencias", sentenció Leigh.

ALAN TURING, MATEMÁTICO Y ATLETA



Se celebra en todo el mundo el centenario del nacimiento de Alan Mathison Turing, lógico matemático inglés, uno de los padres de la moderna informática.

Hizo contribuciones en diversas áreas:
  • Lógica - Creó una computadora teórica, con memoria infinita, conocida como Máquina de Turing, que es estudiada hoy día por todos los informáticos y lógicos del mundo.
  • Criptografía - Lideró el grupo de Criptografía encargado de descifrar las claves alemanas generadas con la máquina Enigma. Fué condecorado por ello.
  • Inteligencia artificial -Hizo uno de los primeros programas de ajedrez, creía en la posibilidad de una inteligencia artificial potente y genérica, similar a la humana. Ideó el Test de Turing como medida de la evolución de la inteligencia en las máquinas. Una máquina capaz de conversar con un humano sin ser detectada pasaría el Test de Turing. Hemos visto un ejemplo de uso en la película Blade Runner
Compitió por una plaza en el equipo olímpico de Maratón, haciendo un tiempo de 2h 46m. Soñaba con estar en las Olimpiadas de Londres de 1948.
Se suicidó tomando arsénico, tras ser procesado por su homosexualidad y someterse a un tratamiento hormonal con graves efectos secundarios.
Su figura ha sido rehabilitada recientemente, pidiendo perdón públicamente el primer ministro Gordon Brown por el trato cruel que recibió.

Referencias externas:
(*) Los Lógicos. Jesús Mosterín. Ed. Espasa
(*) Alang Turing.El hombre que sabía demasiado. David Leavitt. Ed. Antoni Bosch
(*) La nueva mente del emperador. Roger Penrose. Ed. Grijalbo
(*) Teoría de Lenguajes, Gramáticas y Autómatas.Varios autores. Ed. Universidad y Cultura
(*) Introducción a la Teoría de Autómatas,Lenguajes y Computación. Hopcroft y Ullman. Ed. Cecsa
(*) A disposición de cualquier atleta del AMPA.
 

jueves, 29 de noviembre de 2012

¿SOBREHUMANO? ¿INHUMANO?



Un artículo de Carlos Arribas del 27 NOV 2012 y publicado en EL PAIS “Quiero olvidar, pero no puedo” Si queréis hacer algún comentario, hacedlo en la página del artículo. Gracias http://deportes.elpais.com/deportes/2012/11/27/actualidad/1354048073_052752.html



Pocas historias hay en el atletismo tan fugaces y dolorosas, y tan rodeadas de misterio, como la de Wang Junxia, plusmarquista mundial de 3.000 y 10.000 metros desde septiembre de 1993. Tenía entonces 20 años. Tres años más tarde, después de proclamarse campeona olímpica de 5.000 metros y subcampeona de 10.000 en los Juegos de Atlanta, Wang desapareció del mapa. Dejó el atletismo completamente.
De Wang, nacida en China en 1973, no se supo más hasta hace unos meses. Se supo que estaba viva porque la IAAF la seleccionó para su Salón de la Fama. Fue como la señal de la vuelta a la vida, o a la actualidad, como ella misma reconoció el lunes, charlando en una cafetería de Madrid, donde está unos días de turismo junto a su marido, visitando a su amiga Liu Dong, quien vive en la capital desde que se casó con el técnico Luis Miguel Landa. Junto a todos, y con su colaboración, contó su historia.

“Vivíamos sin radio, tele, periódicos... no sabíamos que creían que nos dopábamos”

Su vida, su carrera, siempre se han contado como un pequeño apéndice de una historia más grande, la de Ma Junren, el tiránico entrenador, vilipendiado por la prensa occidental, que le acusó abiertamente de dopar a sus atletas, el famoso Ejército de Ma que revolucionó el fondo mundial aquel 1993, y también ridiculizado en Europa y en Estados Unidos cuando hablaba de que su secreto era la sangre de tortuga y sopa de caparazón y caldo de crestas de gallo.

“Pero el secreto no era otro que el entrenamiento”, dice Wang, traducida por su marido, Huang Tianwen, con quien vive en Denver (Estados Unidos) desde 2008. “Estuve tres años con Ma, de los 18 a los 21, y lo único que hacía era entrenarme. Nada más: dormir, correr, entrenarme, dormir, competir. Una vida muy sencilla, un entrenamiento de caballos, y mucho frío. Nos entrenábamos hasta lesionadas. Sufríamos todos los días”.

Una vida que comenzaba a las cinco de la mañana, cuando empezaba a correr 30 kilómetros en ayunas —“y corriendo de verdad, no rodando, sino corriendo a tope, luchando, luchando desde la salida”, precisa— y continuaba con otros 20 kilómetros por la tarde. Todos los días. Una vida que alcanzó todo su esplendor en 1993, el año increíble que desafía toda la lógica. Quizás solo el gran Paavo Nurmi pueda en la historia haber hecho tanto y tan distinto un mismo año. En abril corrió un maratón en 2h 24m, récord asiático; en agosto, ganó en Stuttgart el Mundial de 10.000 metros; entre el 8 y el 13 de septiembre fue capaz de lo siguiente: correr un 1.500 en 3m 51,92s, la cuarta mejor marca de la historia actualmente, batir en dos ocasiones el récord de los 3.000 metros (lo dejó en 8m 6,11s, una marca a la que nadie se ha acercado desde entonces a menos de 6s) y batir también el récord mundial de los 10.000 (29m 31,78s, la segunda mejor marca conocida es 22s más lenta), y en octubre corrió otro maratón por debajo de 2h 30m.

“No sabía que nadie había sido capaz de hacer eso nunca. En aquel momento yo no pensaba en cómo me miraba la gente, si era una sorpresa o sospechaban, pero ahora mismo, 20 años después, yo también me sorprendo y pienso ¿Dios mío, cómo podía correr tan rápido?”, dice. “No nos enterábamos de nada. No sabíamos que pensaban fuera que todo era dopaje, porque solo nos entrenábamos y entrenábamos. Vivíamos en una residencia cerrada, sin música, sin periódicos, sin radio, sin televisión, no sabíamos nada”.
Su marido no resiste e interviene. “Wang nació para correr. Era feliz corriendo, el sufrimiento era por otra cosa. Ella corría con la cabeza, no con las piernas”, dice. “El entrenamiento era importante, pero el milagro lo hacía su naturaleza. Ella es un milagro”.

“Nos entrenábamos hasta lesionadas, 50 kilómetros diarios, 30 en ayunas”

Wang es un milagro de la naturaleza que soporta los castigos de Ma —“les pegaba”, dice su marido, “pero no por entrenarse mal, sino por otras cosas, por pintarse, por dejarse el pelo largo, por usar sujetador... Era como el ejército”— pero no eternamente. En diciembre de 1994 lidera un motín: todas las atletas salvo Qu Yunxia, aún plusmarquista mundial de 1.500, huyen de Ma.

¿Por qué? “No lo puedes saber ahora. Estamos escribiendo un libro. Ahora no lo quiero decir. Compra el libro y lo sabrás todo”, responde sin tapujos. No confirma si es, como se publicó en su momento, porque Ma se quedó con sus premios, porque, como alguien dijo, se quedó con el Mercedes que le dieron por ganar el Mundial de Stuttgart y lo estrelló adrede, para hacer daño. Es todo. “Es una larga historia, una acumulación de pequeños detalles. No solo una cosa, muchas...”.

“Su técnico le pegaba por llevar el pelo largo, usar sujetador...”, recuerda su marido

Con un nuevo entrenador, Mao Dezheng, Wang se prepara para los Juegos de Atlanta, el principio de su final. Wang cuenta cómo Ma le amenazaba, llamaba a su familia, que vivió tan angustiada como ella, temiendo por su vida. “Conseguí llegar y ganar los 5.000 metros y ser segunda en los 10.000, pese a que los corrí debilísima, enferma de diarrea, con migrañas, con fiebre y sin fuerzas. No pude ni calentar”, dice Wang. 

“Lo peor ocurrió después”.

“Ma, que era el director de atletismo”, toma el relevo el marido de Wang, “se vengó prohibiéndole comer en el centro de atletas, le dejó sin dinero, sin lugar para entrenarse, sin entrenador. Le obligó a retirarse. Otras mujeres, otra gente, dijeron que trató de matarla, otra gente”.
“Ma era muy fuerte en China entonces, tenía mucho poder y dijo en público que si yo volvía a correr, me rompería las piernas o me cortaría la cabeza, o a mi familia. Por eso lo dejé todo, porque mi madre me lo suplicó. ‘No corras más, que te van a matar’, me dijo”, recuerda Wang. “Yo sufrí una crisis de depresión, tristeza y estrés”.

“Cambié de técnico y Ma, muy poderoso en China, dijo que me rompería las piernas”

Wang salió de la crisis. Se casó. Tuvo un hijo. Mendigó al Gobierno —“ya que no me dejáis correr, dejadme salir al extranjero”— y le permitieron ir a estudiar inglés a Boulder, en Estados Unidos, en 1998. “Allí la conocí en 1999, en una recepción por la visita del primer ministro chino”, dice su marido, su segundo marido. “Luego ella volvió a China y estudió Derecho en Pekín. Y volvió a correr en 2000, enseñando a la gente cómo mejorar su salud. En 2008 volvimos a encontrarnos en Shanghái. Nos casamos en el año olímpico en China y nos fuimos a vivir a Denver, donde trabajo. Tenemos una hija”.
“Yo solo soy ama de casa, ayudo a mi marido”, dice Wang. “Quiero olvidar el atletismo, pero no puedo. No quiero correr más. Y mi hija, si quiere ser atleta, que lo sea, como si quiere ser cantante. Quiero que haga lo que le haga más feliz”.

“Wang hizo lo que quería, lo que le hacía feliz, y por eso batió récords, no es que corriera para batirlos, sino para ser feliz”, resume su marido. “No le gustaba entrenarse, sino correr. Se retiró joven y podría haber batido más récords. Se retiró porque quería proteger su vida. Porque en vez de batir (break, en inglés) récords, le habrían roto (break) las piernas”.