lunes, 17 de marzo de 2014

MUY INTERESANTE. A VER SI CONSIGUE LA LIMPIEZA TOTAL

El comandante antidopaje
Gómez Bastida, el guardia civil que dirigió la Operación Puerto con 28 años, es el nuevo responsable de la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte
Hace unos años hubo un momento en el que alguno con alma de novelista y devoción por las historias de misterios y los policías o detectives que las protagonizan y las hacen memorables pensó que no estaría mal contar la Operación Puerto contemplada a través de la mirada y las acciones del teniente de la Guardia Civil que la dirigió, que acabaría siendo, quizá, una especie de inspector Rebus sin alcohol y sin dolor nostálgico, sin pasado, pero sí con su capacidad de sumergirse en su caso y nadar en sus intuiciones contra corriente si es necesario, y su imaginación para salir a flote, o un comisario Montalbano sin debilidades gastronómicas, pero sí con la capacidad de amar y ser amado por sus colaboradores. Sería un poco soso, sí, pero sería más realista, un policía nacido en Cartagena en 1977, hijo de un oficial gallego de la Marina, que creció en Ferrol, otro puerto importante de la Armada, pero que no pudo ser marino, como mandaban la cuna y la tradición por un problema en la vista. O, si no, si le hubiera dado por lo visual al creador que contara su vida y su trabajo, le habría incluido en un capítulo deThe wire, donde la observación, la paciencia y las escuchas son las virtudes del investigador y forman el cogollo del éxito y el sinsabor.
Con 28 años, Enrique Gómez Bastida dirigió la Operación Puerto, se acercó un mediodía de mayo a Eufemiano Fuentes y le dijo: “Está detenido, señor Fuentes”. Después de varios años de investigación, Gómez Bastida alcanzó aquel día aquel éxito (la mayor acción policial jamás emprendida en el mundo contra el dopaje deportivo), su momento más alto como investigador: desde aquel día, toda su carrera (al mismo tiempo que la historia del deporte español) debería acabar impepinablemente unida a la Operación Puerto. Y ahora, casi ocho años más tarde, y cuando acaba de ser nombrado director de la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (AEPSAD, el gran organismo español antidopaje), no hay forma de contar su vida y su peripecia sin pasar por la Operación Puerto. Aunque él preferiría olvidarla, quizá. Aunque haya mucho más. “La lucha antidopaje”, afirma, “no vive, ni puede vivir, de operaciones policiales especiales. Hay mucho más, prevención, educación...”.
Lo habitual es que abogados, políticos o exdeportistas dirijan las agencias antidopaje
“O marino, o guardia civil’, me decía desde chaval”, recuerda Roberto, el padre del comandante Gómez Bastida. “Para mi hijo no había más elección en la vida. Sin embargo, cuando le echaron atrás por la vista quería dejarlo todo, pero le convencí, aunque me costó, para que volviera a intentarlo. Ingresó en la Academia de Zaragoza a los 18 años, salió guardia civil y desde entonces no ha parado. Su obstinación es única”.
Uno de sus primeros destinos fue la comandancia de Salou, en Tarragona, donde se encargó, con éxito, según testigos de la época, y métodos imaginativos, de limpiar las calles de los camellos que espantaban a los turistas. “Y acabé en el dopaje deportivo, metido hasta el fondo, pero no tenía ningún interés ni curiosidad previos”, dice. Llegó a Eufemiano, es una forma de decirlo, y al sistema con el que funciona el deporte profesional en España casi sin quererlo, sino, como corresponde a todo buen investigador, porque una cosa lleva a otra y quien sigue un hilo nunca sabe dónde va a terminar. Especializado de entrada en el tráfico y en la falsificación de medicamentos, el descubrimiento de una imprenta clandestina en la que se fabricaban cartonajes de IGF-1, un medicamento no comercializado en España con un abundante uso como sustancia dopante, le llevó a conocer una curiosa trama que, apoyada por un científico del CSIC, se dedicaba a importar materia prima de un laboratorio australiano, envasarla en España y distribuirla en el mercado negro deportivo. Los nombres de Manuel Pascua Piqueras, el entrenador posteriormente imputado en la Operación Galgo, y de Eufemiano Fuentes fueron de los primeros en llamarle la atención. Fue el comienzo de la Operación Puerto, la primera operación policial contra el dopaje deportivo emprendida en España. Una investigación clásica —seguimientos, escuchas, horas de tedio en coches camuflados esperando movimientos de los sospechosos, registro de los cubos de basura— cuyo lentísimo desarrollo judicial (aún ocho años después, un juez de la Audiencia Provincial de Madrid debe pronunciarse sobre los recursos de los condenados y los acusadores tras la sentencia del tribunal de primera instancia) podría deparar una situación curiosa: si el juez acepta el recurso del Consejo Superior de Deportes, que solicita la entrega de las bolsas de sangre para analizarlas y saber finalmente a qué deportistas corresponden, será tarea de Gómez Bastida, el guardia civil que dirigió los registros en que se hallaron las bolsas, dirigir las labores de identificación vía ADN, ahora como máximo responsable del antidopaje español.
Hay que investigar a médicos y entrenadores. El deportista es aliado, no enemigo”, dice Bastida


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